Una jornada laboral esperada y atípica después de la cuarentena
Una jornada laboral esperada y atípica después de la cuarentena
Cómo lo ha hecho en el transcurso de toda su vida, Jorge Alexander Úsuga Goez se levantó el lunes 27 de abril desde las 5 de la mañana, pero esta vez con una mirada distinta, llena de esperanza y alegría en medio de la incertidumbre que se fue formando en su interior por no saber qué iba a pasar con su trabajo, ni con su familia, desde la llegada del Covid-19, virus que en cuestión de meses se expandió por el mundo hasta afectar de diferentes formas a toda la población humana.
Después de más de 40 días, Jorge podría volver a trabajar para llevar alimento a su esposa y a su hijo de 3 años que sufre de microcefalia y parálisis cerebral.
Al pisar el suelo y sentado en su cama, Jorge Alexander elevó su mirada hacia la nada de la oscuridad de su habitación, donde se escuchaba sólo la alarma de un celular que le indicaba que era hora de iniciar la anhelada jornada laboral. En la cocina, su esposa Flor Eneida Góez preparaba los alimentos para él llevar a su lugar de trabajo.
Jorge miró el rostro de su hijo Alejandro Úsuga Góez, aún dormido. Su presencia le transmite toda la energía para enfrentar cualquier reto. Mientras estira sus músculos macizos producto del trabajo en el campo y en la construcción, recuerda los días que ha debido pasar cumpliendo el aislamiento preventivo obligatorio por causa del Coronavirus. Hoy, las obras de infraestructura están comenzando su reactivación, pero esta vez bajo estrictas condiciones y un protocolo de bioseguridad.
Jorge labora hace año y medio en Hatovial S.A.S, Consesión Desarrollo Vial del Aburrá Norte, empresa constructora y contratista de la Gobernación de Antioquia. Después de pasar más de 40 días en casa, cuidándose y compartiendo con su familia, pero también con la incertidumbre de cuándo podría regresar al trabajo, lo que más emocionado lo tenía era preguntar en la Oficina de Gestión Humana por la reactivación de las terapias de su hijo, que le realizan a través del Comité de Rehabilitación de Antioquia y el Hospital San Vicente de Paúl y cómo va la gestión que le están ayudando a hacer para conseguir una silla de ruedas especial para movilizarlo.
Este hombre de 40 años, talla baja, piel blanca y estado de ánimo alegre para trabajar, vive en el barrio Machado de Copacabana. Convive con su esposa y su hijo, en una pieza que su madre les habilitó en su casa, luego de que tuvieran que dejar la finca hace dos años, con el sustento, sus cultivos de café, banano murrapo y ganado, en el corregimiento de San Pascual, del municipio de Cañasgordas, para viajar a la ciudad de Medellín, y estar más cerca de los centros de salud que le permiten a su hijo desarrollar las terapias de movimiento de sus articulaciones y cumplir estrictamente con sus tratamientos.
Antes de salir de su casa, Jorge se puso el tapabocas para protegerse del virus. Caminó hasta el lugar de trabajo, ubicado en el sector de Fondidueño, en el municipio de Bello, y al llegar lo recibieron avisos coloridos con consejos de prevención del Covid-19, que le explican qué es el virus, cómo protegerse, cómo lavar sus manos y qué se hace al regresar a casa; le recordaron que este día de trabajo no sería como los anteriores sino atípico: esta vez se deben cumplir protocolos de seguridad para cuidarse, cuidar a su familia y a los demás.
En la fila para entrar a la obra en el turno de las 6 a. m., debe hacer una fila respetando la distancia de hasta dos metros. Cuando a Jorge le toca el turno, lo recibe el guarda de seguridad Orlando Bautista, un joven cubierto completamente con los elementos de bioseguridad que le toma la temperatura poniendo cerca de su frente un termómetro digital; luego le pide la firma de la planilla donde quedan registrados los resultados de cada uno de los trabajadores.
Brandon Estrada, inspector de Seguridad y Salud en el Trabajo, le hace una encuesta de salud y le pregunta detalladamente por los síntomas relacionados con el virus, sí siente alguno o si alguien de la familia lo ha manifestado. Jorge responde con seguridad que no. Seguidamente pasa a una máquina que desinfecta a las personas que ingresan a estas instalaciones y elimina todo tipo de agente que pueda generar infección, disminuyendo los riesgos de contagio. Este requisito, novedoso para todos los trabajadores, les da la bienvenida: levantar los brazos, girar 360 grados para que el desinfectante le cubra todo el cuerpo y, en 8 segundos, estar listos.
Unos metros más adelante se forma otra fila. Son cerca de 30 empleados que ingresaron en el primer turno de tres que hay en el día, para no congestionar los ingresos a la obra y permitir que los trabajadores, en el regreso a casa, no encuentren llenos los medios de transporte masivo.
Entre auxiliares y maestros de obra, se dirigen hacia un contenedor que hace las veces de almacén, allí los espera el almacenista Jorge Iván Ciro Castañeda. Con tapabocas y desinfectante en mano, los recibe uno a uno para entregarles las herramientas que van a utilizar en sus labores, así mismo les entrega los elementos de aseo y bioseguridad: guantes, gafas, mascarillas N95 para movilizarse y la mascarilla media cara para estar en obra, gel antibacterial y alcohol. Cada uno, al recibir todos los elementos firma la planilla y por cada entrega Iván desinfecta su lapicero con un atomizador que siempre tiene a su lado.
Jorge Alexander, luego de recibir sus elementos de trabajo y bioseguridad, se ubica alrededor de sus compañeros, respetando la distancia, para prestar atención a la capacitación sobre el Covid -19. Allí, personal de seguridad en el trabajo les habla sobre la prevención del virus y el uso de cada uno de los elementos que acaban de recibir. También hacen preguntas para identificar el conocimiento que cada uno tiene sobre el coronavirus y se escucha constantemente una recomendación sobre el distanciamiento y la forma de saludarse que ya tiene que ser de lejos y sin ningún contacto.
“A más de uno se le ha olvidado ese saludo, que no se pueden tocar o conservar esa distancia, pero poco a poco se han ido trabajando y entre ellos mismos se han ayudado y se dicen, recordá que no nos podemos acercar tanto y que no nos podemos saludar de mano, pero están supremamente comprometidos”, afirmó Brandon Estrada, inspector de Seguridad y Salud en el Trabajo.
Terminada la charla, Jorge, tranquilo por los estrictos protocolos que se están cumpliendo, se dirige hacia su cajón personal, donde se pone los elementos de seguridad y bioseguridad, guarda en los bolsillos el alcohol y el desinfectante después de aplicárselos y se dirige a su lugar de trabajo.
La obra en la que trabaja Jorge es de la Gobernación de Antioquia y su contratista es Hatovial S.A.S. Los trabajos buscan descongestionar el tráfico que va del sur del Valle de Aburrá hacia el norte, por la Avenida Regional y que llega a la glorieta de Niquía. A la altura del puente peatonal sobre la unidad deportiva Tulio Ospina, antes de tomar la glorieta, esta obra llevará el tráfico derecho a través de un tramo de vía que conduce a un puente de 400 metros de longitud, que va por el costado izquierdo del Río Medellín, hasta llegar por encima de la vía Machado hasta el sector de la Planta de Tratamiento de Aguas Residuales e integrarse nuevamente a la doble calzada hacia el norte del departamento de Antioquia.
Este proyecto hace parte de la Avenida Regional Oriental, que se desarrolla desde el sur del Valle de Aburrá y que se integra con el proyecto Fase 2, que inicia en Uniminuto y va por el costado derecho del Río Medellín y empalma con la Fase 3 (Intercambio Vial de La Seca) con un puente metálico de 150 metros de longitud que atraviesa el río. Esta obra descongestionará las vías por donde siempre ha sido la salida de toda la carga que va hacia los puertos de la Costa Atlántica, conectándose con las vías de Cuarta Generación del Gobierno Nacional, Vías del Nus, Magdalena 2 y las Rutas del Sol que conducen a los puertos de Cartagena y Santa Marta.
Jorge toma en sus brazos un taladro gigante para perforar un muro. A su alrededor, otros compañeros revuelven material en una concretadora y otros amarran la varilla que sostendrá las estructuras. Todos respetando sus distancias y si, por costumbre, alguno lo olvida, siempre hay quien esté atento y le recuerde. Alrededor se escuchan máquinas y retroexcavadoras prendidas.
A las 8:30 de la mañana suena una sirena, es la alarma que indica que es el momento de lavarse las manos. A lo largo de la obra, se desplazan todos los trabajadores a los diferentes puntos de lavado, los cuales contienen jabón, toallas y las indicaciones de cómo hacerlo de la mejor manera. Así mismo ocurre cada dos horas.
A las 12 del medio día suena de nuevo la sirena, esta vez para almorzar, y como aún no se han reactivado por la pandemia los casinos que les suministra el almuerzo a los trabajadores normalmente, Jorge busca su bolso para sacar la coca que le preparó su esposa y allí, en medio de risas y charlas y respetando siempre la distancia, comparte con sus compañeros el almuerzo.
A las 12:40 inicia de nuevo la jornada. Jorge se dirige hacia su sitio de trabajo recordando a su hijo Alejandro, a quien se refiere como “mi bebé”. Habla sobre lo inteligente que es, que todo lo entiende, que cuando preguntan por alguien sabe dónde está y lo mira. “Él es el que nos llena de motivación a nosotros. Cuándo le digo Alejandro, dígale a la mamá que me lo voy a llevar para la calle, se pone muy feliz y trata de reírse y de moverse como con ganas de pararse. Mi motivación es mi bebé”, expresa Jorge con una sonrisa que se desbordaba por fuera de su tapabocas.
A las 2:30 de la tarde la sirena suena de nuevo para el lavado de manos. Yuliana Mira, integrante del equipo social de la concesión, aprovecha para llamar a Jorge a la oficina de Gestión Humana, donde le cuentan que el Comité de Rehabilitación informó que la silla de ruedas especial para Alejandro ya está en construcción. Jorge agradece a Yuliana y regresa, aún más motivado, a terminar la atípica jornada laboral.